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lunes, 20 de enero de 2014

El invierno




El invierno






Las cuatro estaciones del año

Dependiendo de la latitud y de la altura, los cambios meteorológicos a lo largo del año pueden ser mínimos, como en las zonas tropicales bajas, o máximos, como en las zonas de latitudes medias.

En estas zonas se pueden distinguir periodos, que llamamos estaciones, con características más o menos parecidas, que afectan a los seres vivos. En general, se habla de cuatro estaciones: primavera, verano, otoño e invierno, aunque hay zonas de la Tierra donde sólo existen dos, la húmeda y la seca (zonas monzónicas).

Las hojas se caen y viene el invierno
La tierra gira alrededor del Sol, a ese recorrido se le llama movimiento de traslación y dura un año, conocido, también, como año solar, que se divide en cuatro partes o estaciones. Las estaciones del año son: primavera, verano, otoño e invierno.
Las estaciones son producidas debido al trayecto de la tierra al girar alrededor del Sol (movimiento de traslación). La tierra gira sobre su eje, ese eje está inclinado, por eso ocurre que el polo norte se acerca al sol en el verano; lo contrario sucede en el polo sur, que se aleja del sol, entonces, cuando en el hemisferio norte es verano, en el hemisferio sur es invierno; cuando en el hemisferio norte es otoño, en el hemisferio sur es primavera y viceversa. Por el contrario, en el solsticio de invierno, entre el 21-22 de diciembre, es el día más corto y la noche más larga del año.

El invierno

En el hemisferio norte, el invierno da inicio el 21-22 de diciembre. Es la temporada en que hace más frío y cuando más debemos de cuidarnos de las enfermedades respiratorias. Las noches son más largas que los días.
Es al comienzo del invierno cuando llegan los saltamontes. Ya hace frío y niebla.  



Jardín de invierno
Llega el invierno. Espléndido dictado
me dan las lentas hojas
vestidas de silencio y amarillo.
Soy un libro de nieve,
una espaciosa mano, una pradera,
un círculo que espera,
pertenezco a la tierra y a su invierno.
Creció el rumor del mundo en el follaje,
ardió después el trigo constelado
por flores rojas como quemaduras,
luego llegó el otoño a establecer
la escritura del vino:
todo pasó, fue cielo pasajero
la copa del estío,
y se apagó la nube navegante.
Yo esperé en el balcón tan enlutado,
como ayer con las yedras de mi infancia,
que la tierra extendiera
sus alas en mi amor deshabitado.
Yo supe que la rosa caería
y el hueso del durazno transitorio
volvería a dormir y a germinar:
y me embriagué con la copa del aire
hasta que todo el mar se hizo nocturno
y el arrebol se convirtió en ceniza.
La tierra vive ahora
tranquilizando su interrogatorio,
extendida la piel de su silencio.
Yo vuelvo a ser ahora
el taciturno que llegó de lejos
envuelto en lluvia fría y en campanas:
debo a la muerte pura de la tierra
la voluntad de mis germinaciones.

Pablo Neruda

 

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